El presidente declaró en la causa por el direccionamiento de la obra pública que favoreció a Lázaro Báez.
Por José Ignacio Sbrocco
EL FEDERAL NOTICIAS

Cada día que pasa, queda más claro que esta versión del kirchnerismo no vino a poner a la Argentina de a pie, como dice el slogan, sino que vino a garantizar la impunidad de la vicepresidenta Cristina Kirchner.
Ayer declaró el presidente Alberto Fernández en la causa por el direccionamiento de la obra pública en Santa Cruz, que tuvo como principal beneficiario al empresario patagónico Lázaro Báez.
Fernández no la pasó bien. Tuvo que contradecir muchas de sus declaraciones públicas de cuando era opositor a Cristina Kirchner.
En su intento por encubrir a su compañera de fórmula, Fernández utilizó tres argumentos para tratar de desacreditar las preguntas del fiscal Luciani.
El primer argumento fue que las asignaciones presupuestarias son políticas, no judiciables. Es una verdad a medias. Porque si esa asignación presupuestaria desencadena en un posible delito, claramente es judiciable. Pero aquí entra en juego otra cuestión. Alberto Fernández, como jefe de Gabinete de Néstor y del primer gobierno de Cristina, era quien tenía la lapicera para distribuir las partidas. Los famosos superpoderes que existían en los tiempos del primer kirchnerismo.
El otro intento de defensa de Fernández fue decir que esta causa se investigó en Santa Cruz y no corresponde juzgar dos veces a alguien por el mismo delito. Buena jugada, en manos de un profesor de Derecho.
Por último, Fernández dijo que no es responsable el Presidente ni los ministros por los requerimientos que se introducen en el presupuesto, sino la línea administrativa. Otra verdad a medias. El presidente siempre decide las prioridades de una gestión, donde se gasta y donde no. La línea administrativa sólo ejecuta las órdenes.
Alberto Fernández tuvo la posibilidad de declarar por escrito, pero prefirió sentarse frente al tribunal. Estuvo 3 horas. Sus respuestas atacando al fiscal, en vez demostrar con contundencia la inocencia de su jefa, sólo agiganta las sospechas de corrupción.
Recordemos que Roberto Lavagna renunció al Ministerio de Economía luego de denunciar la cartelización de la obra pública. Alberto Fernández, en su carta de renuncia, también le pidió a Cristina Kirchner que prestara atención a lo que pasaba en Santa Cruz con la obra pública. Parece que Fernández perdió la memoria. O, lo que es peor, demostró que sólo pretende la impunidad de Cristina Kirchner.
