
Situado en el seno de una quebrada de 40 kilómetros de extensión, a 3600 metros sobre el nivel del mar, en el cordón cordillerano de Antofagasta de la Sierra. A 35 km de Tatón y 75 km de Fiámbala, al norte de la provincia.
La holgada veintena de familias que están asentadas allí viven de la cría de cabras, ovejas y llamas; también cultivan papa o maíz para proveerse de alimentos. Las mujeres se dedican también al hilado y al tejido en telares. Allí carecen de agua potable, por lo que obtienen el líquido para beber y asearse de un riacho que baja desde lo alto, aguas de vertientes, producto del deshielo. A falta de caminos, sus medios de transporte son las mulas o los burros.
Cada año sufren el deterioro provocado por las lluvias, que dejan zanjas de hasta veinte metros de profundidad y piedras desprendidas de la montaña de gran tamaño.
En muchas ocasiones para llegar hasta Río Grande se debe viajar más de 12 horas a lomo de mula desde Tatón, como cuenta la historia de la maestra y directora de la Escuela Nº 156 que se encuentra en el lugar.
Eliana Morales es la docente que se convirtió en noticia al sortear los obstáculos y llegar para comenzar el ciclo en este mes de agosto, después de viajar a lomo de mula por más de 11 horas con su hija Fiorella de 3 años.

Cuando el camino está en condiciones, los maestros de las escuelas de esa zona pueden llegar en camionetas, pero esta vez el camino está dañado y no solo la docente tuvo que viajar a lomo de mula para llegar al establecimiento, también otros maestros y los pobladores que deben bajar en busca de alimentos o para atención médica, siendo imposible desde hace meses.
Se trata del olvido y el abandono
Otra historia reciente es la del joven Román López de 24 años, oriundo del paraje que por problemas de salud tuvo que ser trasladado por casi 20 horas a Tinogasta en una camilla improvisada.

Las historias se repiten a través de los años y el paraje sigue en las mismas condiciones y travesías para sortear inclemencias climáticas, sanitarias o educativas.
Río Grande no tiene un río grande ni mirado con toda la indulgencia geográfica posible. Es inútil buscarlo en un mapa, ni en las referencias de la web que todo facilitan.
La idea de Estado se encuentra en la Escuela Nº 156 que nuclea a los niños de toda la zona que también tienen sus periplos para llegar y en la posta sanitaria.

Raúl López es Agente Sanitario del lugar, «hace 14 años que vengo luchando para que me den un contrato por ahora soy el único personal de salud en este lugar, a mí me pagan del Ministerio una beca de $ 10.000 cada dos o tres meses o cuando quieren y me exigen a trabajar», indicó entrevistado por el traslado del joven que enfermó y que es su hermano.
Toda su vida ha visto repetirse la historia, su madre murió en el puesto hace 6 años. «Casi que me estoy rindiendo de tanto esperar que el gobierno se acuerde de nuestro pueblo y de mi».
Visitar los puestos del paraje, es encontrarse con los íconos de nuestras verdaderas raíces, personas que aun mantienen intactas las costumbres originarias y que por una elección de vida decidieron vivir en la montaña.
En Río Grande se vive en el corazón de la tierra, en la profundidad de los Andes, donde vivir es sentirse olvidado y no rendirse implica sobrevivir.
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