La falta de objetivos claros en materia macroeconómica, desde que asumió la actual gestión, han debilitado la confianza.
Por Eduardo Robinson
Economista
Es claro que el actual Gobierno no llegó para solucionar ninguno de los problemas de la economía. El problema de los desequilibrios que desde hace varios años tiene la economía argentina no sólo no se han solucionado, sino que se profundizaron. El desequilibrio fiscal, la escasez de divisas, producto de la aguda inflación y de la sequía que reducirá el ingreso de dólares por aproximadamente 20.000 millones, reduce todos los días el poder de compra del peso.
Argentina perdió su moneda. Con las consecuencias que ello trae en términos de falta de crédito y dificultades para el promover el ahorro y hacer que el sistema financiero argentino esté volcado al proceso de intermediación en lugar de ser prestamista del sector público. El déficit fiscal elevado, no resulta inocuo para el sector privado. Como los bancos destinan más del 60% de sus fondos prestables al sector público, se contrae el crédito al sector privado. Lo que técnicamente se denomina efecto desplazamiento.
La falta de objetivos claros en materia macroeconómica, desde que asumió la actual gestión, sin un programa de estabilización y recuperación de la economía, sumado a las permanentes tensiones políticas en la coalición gobernante han debilitado la confianza. Es claro que hubo situaciones adversas. Claramente la pandemia fue un golpe duro a la economía. Pero no hubo, ni antes ni después de la pandemia, una política económica capaz de incentivar al sector productivo, desacelerar la tasa de inflación y mejorar la situación social.
Tras la fuerte caída del año 2020, la economía tuvo un rebote en el año 2021, por efecto estadístico arrastre, continuó en parte del año 2022. Sin embargo, en los últimos meses se verifica una desaceleración. Concretamente desde julio del año pasado, en el que hubo tres ministros de economía.
La inflación, que es el reflejo de los desequilibrios de la economía, fue creciente en los últimos años. Sin acceso al crédito externo y con serias dificultades para seguir financiándose en el exiguo mercado de capitales interno, el Gobierno recurre a la emisión de moneda para cubrir el déficit fiscal. Pero esta situación hace que las proyecciones inflacionarias para el año en curso, nuevamente se encuentren por encima del 100%. Ya en el primer trimestre del año, se diluyeron las proyecciones del Presupuesto Público que daban cuenta de una inflación anual del 60%. Cuando termine el actual mes de marzo, la inflación acumulada superaría el 20%.
Para tratar de evitar que sigan escalando los denominados dólares alternativos (Contado con Liquidación y MEP), y conseguir algo de financiamiento, la semana pasada el Gobierno realizó una jugada financiera que puede traer algo de alivio en las próximas semanas.
Sin embargo, como toda la política económica actual, sólo compra tiempo.
Obliga a vender a todos los organismos oficiales las tenencias de bonos en dólares. Con ello incrementa la oferta de estos títulos que se destinan a las operaciones de dólares mediante el mercado financiero. A cambio de esos títulos, otorga otros que ajustan por inflación o devaluación, y con los pesos que obtiene por las ventas de los originales financia al Tesoro. Sin embargo, al cotizar los bonos muy bajo, su tasa será muy alta. A valores de hoy, estaría en el 45%. Otra hipoteca al futuro.