Por Gisela Colombo
Lucas Adur nació en Buenos Aires, en 1983. Es experto en Borges, profesor (UBA), investigador del Conicet y coordinador académico de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. Acaba de publicar Jorge Luis Borges. Un destino literario (Cátedra, 2025), una nueva biografía del escritor. Coordinó los volúmenes colectivos Borges 120 y Borges poeta.
Gracias, Lucas, por tu disposición abierta para contestar preguntas a las que, —tratándose de Borges— no se animan muchos intelectuales.
¿Quién era Jorge Luis Borges y por qué su figura tiene tanta presencia en la cultura actual?
Bueno, para mí la clave para entender quién fue Jorge Luis Borges es asumir que en realidad fue muchas personas distintas. No fue solo ese anciano ciego, venerable, perdido en disquisiciones filosóficas y literarias, fue muchas otras cosas: fue también un joven vanguardista, comprometido políticamente, fundó revistas y cenáculos literarios…. Todos esos «Borges» configuran al que, en mi opinión, fue el escritor argentino más importante del siglo XX, y uno de los más grandes de la literatura en castellano y en el mundo.
Ahora, ¿por qué sigue vigente hoy? Yo creo que hay tres razones fundamentales. Primero, su calidad, desde su prosa hasta sus poemas, sus ideas, todo mantiene una fuerza literaria innovadora. Segundo, su inclinación por lo fragmentario y lo breve: vivimos en tiempos donde cuesta concentrarse en novelas extensas, y Borges nos ofrece relatos cortos, párrafos precisos, poemas que funcionan como destellos. Sus libros son casi colecciones de fragmentos finamente ensamblados, y eso se adapta perfectamente a cómo consumimos cultura hoy. Y tercero, su fascinación por la línea difusa entre realidad y ficción. Borges juega con esa incertidumbre, y hoy vivimos en una era de fake news, de inteligencia artificial que fabrica imágenes o videos que no sabemos si son reales. Esa sensación de duda, esa sensación de no saber qué es real y qué no es, está en el centro de su universo literario. Cuentos como “Tlön Uqbar Orbius Tertius” provocan eso. Algo ficcional se va imponiendo sobre lo real.
Entonces, esas tres cosas —excelencia estética, brevedad fragmentaria y la inestabilidad entre realidad y ficción— hacen que Borges no sea solo un autor del pasado, sino alguien absolutamente vivo en nuestros días.
¿Qué elementos de la cultura de masas –el cine, los cómics o los memes– pueden servir como puerta de entrada para acercarse al universo literario de Borges?
La cultura de masas —cine, cómics, memes— resultó ser una excelente puerta de entrada al mundo literario de Borges.
Por un lado, existen adaptaciones directas: desde Días de odio (Argentina, 1954), dirigida por Leopoldo Torre Nilsson sobre el cuento “Emma Zunz”, hasta referencias contemporáneas en series como Sandman, Black Mirror u otras producciones que evocan sus laberintos y ruinas circulares.
Por otro lado, es apabullante la cantidad de reescrituras y guiños más o menos explícitos — en cómics de superhéroes, en películas— que mantienen viva la presencia borgeana. Pero además esos argumentos que en los cuarenta eran extravagantes, hoyse convirtieron en temas más difundidos, como si el mundo se hubiera vuelto más borgeano.
Esto encaja con la reflexión de Harold Bloom: un autor sigue verdaderamente vivo cuando otros siguen escribiendo a partir de él. Descubrir un guiño borgiano en una obra popular puede despertar la curiosidad por leer al original, especialmente entre quienes perciben a Borges como “difícil”.
Para alguien que no leyó nada de Borges, ¿qué temas o motivos literarios lo hacen especialmente cautivador?
Si te gusta la literatura, tarde o temprano vas a enamorarte de Borges. ¿Por qué? Porque su estilo es impecable, elegante y seductor: su prosa va al hueso; cada palabra cuenta.
Pero además, Borges destaca por su humor. Aunque su figura pública fue (a veces) solemne, su estilo literario está lleno de ironías geniales —irreverentes con lo consagrado: los clásicos, la patria, Dios, y hasta con él mismo. Se ríe de las grandes solemnidades, pero sin frivolidad. Puede burlarse de la patria o de certezas religiosas sin dejar de tomarlas en serio, con un gesto que es afectuoso y profundo.
Y quizá lo más extraordinario: Borges no es solo un escritor, es un Virgilio literario del mundo moderno. Construye puentes hacia toda la literatura: Dante, Cervantes, el Martín Fierro, la literatura oriental, las sagas nórdicas… te lleva hacia adelante, a la ciencia ficción o lo fantástico, y también hacia atrás, al corazón del arte literario. Es una puerta inmensa, siempre dispuesta a mostrarte los mundos que están detrás de sus textos.
En tus estudios, has explorado la relación entre Borges y la religión o los textos bíblicos. ¿Cuál es tu conclusión al respecto? ¿Cómo puede ayudar eso a entender mejor su literatura?
En Borges, la Biblia aparece tanto en títulos como en temas :“Tres versiones de Judas”, “El evangelio según Marcos”, “Cristo en la cruz”, “Juan 1,14” o sus conferencias sobre El libro de Job—. Estas referencias forman parte de la “enciclopedia borgeana”, donde lo bíblico se mezcla con lo gnóstico en registros de ironía y reflexión. Cristo, Caín, Abel o Adán no son adornos: son símbolos centrales en su obra. Este repertorio no es anecdótico, sino que forma parte de esa vasta “enciclopedia borgeana”, donde los materiales bíblicos se combinan tanto en tonos de ironía como en reflexiones profundas. Así, personajes como Cristo, Caín, Abel o Adán emergen como figuras simbólicas esenciales, no meramente decorativas.
Borges sostiene que existen “metáforas esenciales” y “fábulas esenciales” recurrentes a lo largo del tiempo. La Biblia recoge buena parte de estos relatos esenciales, entre los cuales, uno de las más potentes es el del sacrificio divino: la crucifixión de Cristo es la máxima expresión de tal fábula. La Biblia provee así un modelo mítico universal cuya resonancia atraviesa épocas, y Borges utiliza estos mitos para dialogar con lo eterno en el lenguaje literario. Como “texto absoluto”, en el que cada palabra, coma o nombre estarían cargados de sentido, modelo de una escritura rigurosa y sin azar. Para los cabalistas cada detalle de la Escritura —hasta los puntos, las comas, los nombres— está predefinido y cargado de significado. Este modelo (inalcanzable) postula un tipo de escritor que procura un dominio total sobre la forma y el contenido, con rigor intelectual. En su modelo no hay lugar para el azar: cada nombre, cada escenario, cada detalle invita a lecturas eruditas. Borges idolatraba esa precisión divina y la adopta como ideal para su propia escritura. Y en buena medida logró que lo leyéramos así, casi como los cabalistas leen la Biblia. Logró que pensemos que si el Aleph está en el escalón 19 o si cada anaquel de la biblioteca de Babel tiene 32 libros, esos números responden a una motivación oculta pero precisa.
Pero la Biblia es también modelo en otro sentido. Así como las distintas religiones proponen un canon oficial y textos excluidos o apócrifos, Borges también configuró un sistema propio, con libros canónicos y apócrifos.
El canon borgiano, que es su versión definitiva, está constituido por las “Obras completas”. Pero también están los apócrifos: textos perdidos, recobrados, secretos, obras excluidas del canon, escritos firmados con seudónimos, falsas atribuciones… En esta inestabilidad, esta imposibilidad de fijar un canon, Borges encuentra una potencia: un modo de armar una obra que sigue viva, creciendo, mutando, que nunca termina de establecerse..
Es cierto, por otra parte, que la obra de Borges dialoga con muchas tradiciones: no solo el cristianismo, sino también el budismo, el sintoísmo, los mitos grecolatinos. Pero creo hay una especificidad con lo bíblico. El minotauro o la quimera son meramente símbolos literarios, mitos, tanto para él como para sus lectores. En cambio, cuando habla de Cristo o Adán, Borges es consciente de que está hablando de figuras que para muchas personas son parte de su fe. Esto no los exime de un tratamiento subversivo o irónico, a veces, pero Borges siempre es consciente de este telón de fondo, de esa recepción, y lo aprovecha para crear singulares efectos de sentido. Los usa con doble filo —humor y profundidad— para explorar esas fronteras entre lo literal y lo simbólico.
Estos elementos —la presencia bíblica literal, el modelo estructural absoluto, la tensión canon/apócrifo, la mezcla de lo religioso y lo literario— se combinan en Borges para ofrecer algo más que temas bíblicos: la Biblia se vuelve para él un paradigma estructural, simbólico, intertextual, una forma de la literatura misma, que no puede faltar para pensar la suya.
La obra de un autor así de rico y el saber vasto de un experto como vos reclaman “bis”. Te agradecemos enormemente esta generosidad, ¡y ya estamos pidiento otra, otra!