Según un análisis de Naciones Unidas sobre la situación educativa y la pandemia indica que se vive un momento decisivo para los niños y jóvenes.

Ya sufría una “crisis la educación” antes de enfrentar el coronavirus, con más de 250 millones de niños en edad escolar que no estaban escolarizados y, en los países en desarrollo, con solo una cuarta parte de los alumnos de secundaria terminando sus estudios con competencias básicas.
Frente a las medidas globales implementadas para enfrentar el avance del Covid-19 el impacto en el cierre de escuelas, institutos y centros de formación que involucra a millones de sujetos de derecho, el organismo indica una «catástrofe generacional», que limita sus posibilidades de desarrollo con la pérdida de un recurso humano que sufrirá las consecuencias.
Además de involucrar a una brecha vital, para poder enfrentar los escenarios que vendrán, luego de atravesar una crisis sin precedentes en términos sanitarios, sociales y económicos del mundo reciente.
El secretario general de la ONU, António Guterres indicó: “Ahora nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”, con anterioridad.
En tal sentido indicó que: «Las decisiones que los gobiernos y los asociados tomen ahora tendrán un efecto duradero en cientos de millones de jóvenes, así como en las perspectivas de desarrollo de los países durante decenios”.
En Argentina poco se habla del impacto postpandemia, a excepción de reuniones virtuales para confeccionar protocolos que en la práctica carecen de datos concretos para el reinicio de las clases.
Si bien el derecho a la educación posee rango constitucional los problemas educativos que padecemos reflejan indicadores de cantidad, calidad y equidad poco favorables.
Frente a innumerables esfuerzos, segmentados y atravesados por un país dispar en sus condiciones de acceso y a algunos avances, la mayoría de los adolescentes no logra finalizar sus estudios obligatorios, no se cumplen los 180 días de clase ni muchas disposiciones de las leyes respectivas (entre ellas la inversión obligatoria), el salario docente es muy bajo, el nivel de aprendizaje muy precario y, lo más doloroso: la desigualdad es mayúscula.
En la niñez el panorama no es mejor, con falta de infraestructura para asistir la cobertura de jardines maternales y formación inicial con subsidios en el sector semi-privado que tampoco alcanza.
La educación a distancia, los micros educativos en radio y televisión públicos así como soportes de papel distribuídos en el país no son medidas que otorguen seriedad, a una problemática que requiere ser evaluada permanentemente con las estadísticas reales, que aunque dolorosas, necesarias para reconocernos y diagramar una política pública acorde.
La «catástrofe generacional» ya indica según datos de UNICEF que cerca de 8 millones de niños se encuentran en la pobreza.