
El posteo en su cuenta de Facebook, como muchas otras acciones y opiniones que comparte, tienen un gran sentido de responsabilidad en el uso de la palabra y el derecho a expresarse.
«Alberto y la metáfora del olvido»
«Ayer, cosa poco frecuente, la Argentina tuvo una buena noticia: el Gobierno anunció el acuerdo con los principales grupos de acreedores extranjeros. Un tema pendiente que, aún antes de la pandemia, mantenía en estado de latencia a buena parte de los circuitos económicos y retrasaba cualquier decisión significativa entre empresarios de todos los niveles y emprendedores.
La mayor parte de la oposición recibió con alivio la novedad que aleja las nubes del default. En el camino -tras algunos aportes reales- la Administración Nacional recibió en el Congreso el apoyo para llegar con respaldo a la mesa de las negociaciones.
Sin embargo, esas escasas horas en las que respiramos la atmósfera de una dinámica proclive a la construcción de consensos, único camino para encontrar una vía sostenible que, primero, nos ofrezca una salida a la crisis de la pandemia y, segundo, permita resolver el déficit recurrente, terminaron abruptamente este mediodía.
En ocasión de la puesta en marcha de 52 camas de internación otras 21 con equipamiento para Covid-19 en Ituzaingó, dentro de otros de los hospitales del Bicentenario tan inaugurados, el Presidente Alberto Fernández recurrió a su versión menos favorable: aquella que utiliza para hablar a los sectores cristinistas de la coalición que lo llevó al gobierno, en detrimento de la faceta moderada que sedujo a fracciones del peronismo.
En el acto, no escatimó imputaciones a la administración de Cambiemos y autoelogios desmesurados a las actuales autoridades.
Las frases destinadas a los adultos mayores resultaron desopilantes. Además del exabrupto que significa la afirmación de que los que se enferman en Capital no pueden atenderse allí, abundó en conceptos que lo instalan, junto con sus compañeros, en el lugar de los salvadores del segmento. Paradójicamente, lo que olvida el Presidente, o lo que pretende que olvidemos, es que su Gobierno los perjudicó en el renovado cálculo de los haberes jubilatorios.
Erigido en el lugar del pagador responsable de la deuda “que nos dejaron”, soslayó las contraídas por su propio espacio político, o las que debieron tomarse para saltar el problema de fondo, el desequilibrio entre los ingresos del Estado y sus erogaciones por el que tanto han contribuido.
Lo mismo puede decirse sobre las palabras dedicadas a la educación pública, justo un día después de que presentara en Diputados un proyecto de actualización del presupuesto que condena a un desfinanciamiento sin precedentes al sistema universitario.
Cuando calificó la gestión sanitaria heredada abusó de un recurso retórico al repetir la frase “la metáfora del olvido”. No me parece casual. Todos sabemos cuál era el estado del sistema que dejó el período de 12 años del cual Alberto fue protagonista.
En psicología, se denomina proyección al mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas sus defectos o carencias. Intuyo que algo así está operando en esta ocasión. Se dice, también, que aparece en situaciones de conflicto o amenaza de origen interno o externo.
En este caso, Presidente, ya sabemos: la amenaza es interna».
Cada vez que el Presidente Alberto Fernández se expresa, vemos a un Alberto Fernández que va y viene entre quien dijo ser en campaña, quien fue con cientos de registros que lo ubican enfrentado, hoy a su Vice-Presidente y a quien realmente es.
Alberto Fernández, Presidente de la Nación aún no encuentra el lugar que le devuelva al electorado la imagen de aquel Alberto Fernández a quien voto.
La decepción irremediablemente es un camino hacia el olvido.
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