El monte vale más que las promesas. Así lo sostiene el pueblo, así lo recuerda el monte riojano. Entre las sombras duras de un bosque que se defiende en silencio, el algarrobo —árbol madre, alimento, refugio y símbolo— se vuelve hoy el centro de una discusión que combina políticas públicas, investigación científica, soberanía alimentaria, educación rural y defensa del territorio.
Jorge Brizuela Cáceres
El Federal Noticias

¿Qué pasa cuando un árbol se convierte en clave para el futuro?
Exploramos el caso del algarrobo como emblema de un modelo posible y de tensiones vigentes. Desde comunidades que reclaman decidir sobre sus recursos, hasta científicos que denuncian la inacción estatal, pasando por experiencias educativas que muestran que es posible producir, enseñar y cuidar al mismo tiempo.
El algarrobo —conocido científicamente como neltuma— es un árbol presente en todo el norte y oeste argentino. Su presencia es dominante en los bosques secos de La Rioja, donde ocupa unas 20.500 hectáreas, aunque menos del 10% de ellas cuenta con planes de manejo sostenible.
La Ley Nacional 26.331 de Bosques Nativos, la Ley 25.080 de Inversiones para Bosques Cultivados y la Ley Provincial 6.259 de La Rioja ofrecen un marco legal para su protección y promoción. Sin embargo, como señala la ingeniera e investigadora Magdalena Brizuela, “hay leyes que protegen a los algarrobos, pero esas leyes no se cumplen. Se sigue vendiendo en general, el algarrobo se vende para la leña y para el carbón”.

Ciencia que denuncia y propone
Brizuela, ex investigadora del CRILAR (Centro Regional de Investigaciones La Rioja, integrante del CONICET), afirma que “el algarrobo es un árbol muy presente en el paisaje riojano” y está profundamente arraigado en la memoria colectiva. “Zapam Zucum era una de las diosas que alimentaba a los niños con sus algarrobas y está presente en el inconsciente colectivo de los pobladores”
En cuanto a su aplicación científica, detalla: “Se pueden hacer en los residuos de algarrobo crecer gírgolas, hongos comestibles… también se pueden hacer pellets para ganado con residuos mezclados con plantas como la brea o las pencas. Esos pellets se usaron en cabras gestantes y mejoraron el peso de los cabritos al nacer”.
El ingeniero Lorenzo Jotayán, del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) Aimogasta, explica que en los llanos riojanos, el uso del fruto es casi exclusivamente ganadero: “Yo me animo a decir que el 99 % es uso animal, no se lo recolecta: el animal lo consume ahí nomás en el campo”
INTA ha desarrollado tecnologías para la reforestación, como el uso de hidrogel reciclado, pero todavía no se aplican a escala. “Tenemos un proyecto en Bañado de los Pantanos que abarca unas 600 hectáreas, donde el algarrobo representa el 80% de la cobertura vegetal”, señaló Jotayán, remarcando que el aprovechamiento tradicional de ese monte es una base ideal para proyectos de reforestación controlada.

Educación rural y producción sustentable
Una de las experiencias más emblemáticas es la del Colegio Secundario Provincial N.º 22 de Bañado de los Pantanos, en el departamento Arauco. Su rectora, la profesora, licenciada y magister Soledad Moreno, lidera un proyecto de vanguardia: «Revalorización sustentable del algarrobo hacia el fortalecimiento de la economía circular y la soberanía alimentaria».
“Este proyecto nace del compromiso del Colegio Secundario Provincial número 22 con su comunidad y su entorno. En un contexto donde el algarrobo ha sido históricamente valorado por nuestras familias como fuente de alimento, sombra y vida, proponemos una mirada renovada: transformar lo tradicional en oportunidad y lo cotidiano en fuente de desarrollo sostenible”, expresó Moreno.
El colegio forma parte del programa Secundaria Federal Rural 2030, y ofrece el título de Bachiller en Agroambiente. Con apenas 35 estudiantes y 11 docentes, el colegio ha logrado integrar ciencia, comunidad y producción real. Elaboran harina, budines, galletas, alimentos balanceados y capacitan a toda la comunidad.
La iniciativa incluye al INTA, la UNdeC (Universidad Nacional de Chilecito), la Escuela Agrotécnica de Pinchas, la Municipalidad de Arauco y el CRILAR. En mayo de este año se inauguró el aula-taller de procesamiento, equipada con una sala de máquinas propia.



¿Para quién son los beneficios?
A pesar del potencial del algarrobo, muchas comunidades no acceden a los beneficios económicos de su explotación. Brizuela advierte que “el problema no es el monte, es el modelo de desarrollo”, y que mientras no se asegure trazabilidad, inversión y control comunitario, seguirá habiendo una brecha entre lo que se promete y lo que llega a los territorios.
Jotayán confirma: “La harina se produce, pero sin infraestructura ni cadenas de comercialización, queda limitada. Se necesitan políticas públicas activas que prioricen las economías regionales”.

Del monte riojano al mundo
El proyecto educativo del Colegio 22 no pasó desapercibido. Fue presentado en la Ecoferia de La Rioja y compartido en encuentros en San Juan, Misiones e incluso con universidades extranjeras.
Brizuela cuenta: “Desde una universidad de EE.UU. en Clermont nos pidieron nuestros folletos… Desde IRAM (Instituto Argentino de Normalización y Certificación) nos pidieron un Technical Report… fue publicado en un libro que está en las normas ISO de desertificación”.

¿Qué futuro queremos para el monte?
El futuro del algarrobo, como el de tantos otros bienes comunes, se define hoy. Entre discursos oficiales y prácticas comunitarias, entre intereses extractivos y sueños sostenibles. La experiencia riojana demuestra que otra forma de desarrollo es posible: con educación rural, ciencia pública, producción local y control social.
Mientras tanto, el algarrobo sigue ahí. Firme, testigo del abandono y la esperanza. Recordándonos que hay raíces que no se arrancan. Y que, para que un recurso sea verdaderamente sostenible, las decisiones deben construirse con y para la gente.