«Cuando haces cosas desde el alma, sientes un río, un gozo que fluye en tu interior”. Así comienza Phil Jackson su libro titulado Once Anillos, en el que repasa toda una vida ligada al básquet, que lo llevó a convertirse en el entrenador más laureado de la NBA con la misma cantidad de títulos que el nombre que llevan sus memorias de un pasado marcado por la religión, el consumo de drogas y la gloria deportiva gracias a su apoyo en la filosofía budista.
El diario Infobae publicó una extensa nota en la que cuenta que antes de convertirse en un personaje exitoso, Jackson atravesó una infancia repleta de restricciones. En el pequeño condado de Powell, en el estado de Montana, a unos pocos kilómetros de la frontera con Canadá, Phil fue uno de los tres hijos que tuvieron Charles y Elisabeth, dos pastores religiosos que criaron a sus niños bajo estrictas normas de convivencia.
En la casa de los Jackson no se podía ver televisión. Tampoco bailar. Estaba prohibida la distracción como factor de diversión. Tal vez será que por esas decisiones de sus padres que el afamado ex entrenador de la NBA forjó una personalidad sumisa, sin demasiadas pretensiones. “Las multitudes me producen fobia. Nunca me ha gustado ser el centro de atención. Tal vez se relaciona con mi timidez intrínseca o con los mensajes contradictorios que de pequeño recibí de mis padres”, cuenta en su libro.
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