Carta de lectores.
Por Juan Carlos Colombo / Alfredo Alberti
PARA EL FEDERAL NOTICIAS
Somos resultado de la escuela pública argentina de otros tiempos. Todos, hace varias décadas profesionales de las Ciencias Económicas o del Derecho, seguimos en actividad, a pesar de ser septuagenarios. Nos duele el estado de la República.
Ponemos a consideración en principio, el contraste entre los productos de la educación de ese momento y los de hoy.
Los egresados de aquella Escuela Media fuimos a la Universidad y egresamos de ella convertidos en profesionales. No parece haber correlato entre aquello de antaño y los resultados actuales.
El colosal declive de la educación -entendemos- es la madre de la decadencia de nuestra sociedad en los demás planos. Inclusive las más altas autoridades declaran, públicamente, descreer del mérito. La “meritocracia” se rehúye como si de un virus mortal se tratara.
Nos convoca la indignación.
Venimos a exigir el fin del patrioterismo de una dirigencia demagoga y negligente, para pasar al PATRIOTISMO que alguna vez nos hizo estar en el Concierto de las Naciones como una de las mejores.
Nuestra indignación responde a:
-La Educación en manos de dirigentes gremiales.
-La economía destruida. La inflación descontrolada. Nadie nos presta recursos en el mundo. Y solo se emite dinero ficticio, cuyo valor es decreciente a medida que transcurren las horas.
-La pobreza año a año se agiganta. Casi un 40 % medido en términos de pobreza absoluta, que incluye a quienes tienen que esperar ayuda para alimentarse. Gente que aun trabajando no puede salir de la pobreza. Los menores de 18 años son pobres en su gran mayoría. Tres de cada cuatro niños no se alimentan bien. Todo marcando un deterioro social insoportable.
-La corrupción, impune. Los jueces, sin la valentía necesaria para aplicar justas y ejemplares penalidades para el delito contra el erario.
-La inseguridad creciendo sin pausa. Los agentes del orden, dubitativos, se debaten en si conviene actuar o no hacerlo, porque el respaldo de las autoridades políticas no siempre responde. Sueldos de hambre para combatir a millonarios narcos. Ciudades en manos de cárteles.
-La Salud, insuficiente. Demanda insatisfecha de recursos, instalaciones, malos salarios e inseguridad para los profesionales. La construcción de nuevos hospitales no tiene por objeto cubrir necesidades reales, sino alimentar la máquina propagandística. Se inauguran hospitales que jamás entrarán en actividad por falta de insumos y fondos para pagar salarios.
-El gasto público, en niveles de ineficiencia grotescos. El empleo público como refugio de los seguidores políticos sin otra cosa que aportar.
-La política inmigratoria, ridícula. La salida de jóvenes promisorios en busca de países que brinden oportunidades, las mismas que su propio país les niega. Se van porque no ven futuro. Seguimos exportando emprendedores y profesionales. Seguimos permitiendo con manga de boca ancha el ingreso de gente sin nada que aportar, entre los que abundan quienes vienen a delinquir; quienes vienen a convertirse en beneficiarios de subsidios que desangran a los escasos trabajadores argentinos que aportan.
-La ley de contrato de trabajo de los años ’70 ̶ defendida con uñas y dientes por una dirigencia que es su única beneficiaria̶ pero aplicada por empresarios pauperizados y trabajadores más pobres todavía. Ley que debe actualizarse al siglo XXI, si queremos volver a generar puestos de trabajo privados, genuina fuente de riqueza y crecimiento.
-Los jubilados, quienes contribuyeron por años a las cajas previsionales, pierden permanentemente capacidad adquisitiva. Por ahí viene el ajuste de los adalides de la igualdad.
-Triunfo de la posverdad, que no es otra cosa que la mentira propagandística, en boca de sus agentes de la mentira.
-Las transgresiones a la Constitución Nacional, la toma de tierras y los cuestionamientos a un pilar fundante de la civilización occidental: el respeto riguroso al derecho de propiedad.
-La ineficiencia en la gestión: casos paradigmáticos como el saneamiento del Riachuelo, prometido hasta el cansancio, son prueba de ella.
-La falta de ética. El atajo sustituyó a los procesos decisorios previstos. La valoración de la rebeldía y desobediencia instaló definitivamente la idea de que, quien se salta las reglas es más inteligente. Y por fin, consecuencia de todo eso, el caos como método de gobierno. Esto mismo habilita el robo a los funcionarios que actúan ilegalmente sin atisbo de pudor, como si fuera por derecho propio.
Es momento de recuperar el honor de ser argentino.
Como señaló George Orwell: “En tiempos de engaños decir la verdad es un acto revolucionario.”
Llegó el tiempo en que los ciudadanos de a pie estemos alerta. Tiempo en que no renunciemos aceptando mansamente los hechos cuestionables. Momento de no resignarnos a sentir pena y no cambiar nada. Esta actitud sumisa es la que les habilita todo permiso. Sólo accionar nos sacará de la postración y la decadencia sin fin.