Faltaba tan solo un minuto, el Atalanta acariciaba un sueño. Ganaba 1 a 0, estaba sufriendo, sobre todo desde los 15 minutos del segundo tiempo, momento en el que ingresa Mbappé.
Hasta ese momento, el equipo italiano estuvo por encima de su rival, que mostraba como única carta de desequilibrio a su figura Neymar. Claro, estaba muy solo. Icardi en una posición a la que no está acostumbrado, no conjugaba el verbo futbol con su capitán.
La otra gran joya del multimillonario equipo, no pudo estar desde el minuto cero ya que volvía de una lesión en el tobillo. A los minutos de ingresar tuvo el primer desborde, dejando en claro, cuál era el camino para dar vuelta un partido adverso.
A pesar de ello, Atalanta se mostraba firme, tenía algunas sosobras, pero sentía que estaba escribiendo la página más importante de su historia.
Con más enjundia que futbol, el PSG logró el empate un minuto antes del final. Marquinhos igualó, tras una asistencia desprolija de Neymar. Con el lógico envión anímico y con Atalanta desconcertado, Eric Choupo-Moting puso al frente a los franceses, tras un centro atrás de Mbappé que previamente recibió un pase formidable de Neymar.
Billetera mata galán, dicen, en este caso las individualidades matan equipos.
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