Análisis electoral y político de las elecciones legislativas argentinas 2025. Comparación con 2021 y 2023, evolución de alianzas, voto en blanco y abstención, y la reconfiguración del poder en el NOA y Cuyo.
Jorge Brizuela Cáceres
El Federal Noticias

Fin del bipartidismo y ascenso del archipiélago político
Las elecciones legislativas de 2025, celebradas el 26 de octubre, confirmaron un cambio estructural en el sistema político argentino. Con el 46,7 % de los votos válidos a nivel nacional, La Libertad Avanza (LLA) se impuso en 15 de las 24 circunscripciones, consolidando una presencia que trasciende el fenómeno presidencial de 2023. Los datos oficiales y el escrutinio provisorio -publicados por la Dirección Nacional Electoral (DINE) y compilados por distintas fuentes- muestran una recomposición inédita: el peronismo fragmentado y los frentes provinciales disputan espacio en un Congreso donde ninguna fuerza tiene quórum propio.
Comparación histórica
En 2021, la disputa seguía girando alrededor de dos polos definidos: Juntos por el Cambio (JxC) y el Frente de Todos (FdT). Ese año, con una participación del 71,5 % del padrón, el FdT retuvo apenas el 33,9 % de los votos y JxC alcanzó el 41,5 %, desplazando al oficialismo en distritos clave como Buenos Aires, Córdoba y Mendoza.
En 2023, la alianza Unión por la Patria (UxP) intentó recomponer el bloque peronista. Pero con una participación más baja (69,6 %) y un creciente voto de protesta, el sistema mostró grietas: La Libertad Avanza, entonces emergente, logró irrumpir con entre el 22 % y el 28 % en la mayoría de las provincias.
Finalmente, en 2025, el mapa se partió en tres grandes grupos:
- La Libertad Avanza (40,66 %),
- una constelación de frentes provinciales y peronismos locales (33,2 %),
- y los restos de Juntos por el Cambio (13,9 %).
La participación cayó a 67,85 %, la más baja desde 1983, y el voto en blanco alcanzó el 2,74 %, un nivel récord desde el retorno democrático.
La elección se desarrolló bajo dos condiciones institucionales nuevas: la Boleta Única de Papel (BUP) y la suspensión de las PASO. Ambas medidas alteraron de raíz la dinámica de competencia: las alianzas dejaron de formarse en torno a internas abiertas y pasaron a cerrarse en negociaciones de cúpula. El resultado es un país con más opciones en la boleta, pero con menos intermediarios transparentes entre el voto ciudadano y las decisiones partidarias.

Abstención, voto en blanco y desafección política
El dato más disruptivo no está en los porcentajes partidarios, sino en los niveles de abstención y voto en blanco. En provincias como La Rioja (30,16 %), Catamarca (32,39 %), Salta (33,72%) y San Luis (35,8%), el ausentismo electoral superó la media nacional. En Salta, los votos en blanco representaron el 11,13% del total, cifras históricamente altas.
El fenómeno revela una tendencia de fondo: la ruptura entre ciudadanía y representación política.
Ya no se trata solo de desinterés, sino de una retirada consciente del sistema partidario tradicional.
La Boleta Única expone esa decisión de modo explícito: elegir “ninguno” es, paradójicamente, una forma de participación.
La abstención, en cambio, parece responder más a la desconfianza que al desinterés. En distritos con mayor dependencia del empleo público o subsidios, la asistencia se mantiene; donde predomina el sector privado y el desencanto con la clase política es más alto, la participación cae.



NOA y Cuyo: la frontera del voto provincialista
Las regiones NOA y Cuyo concentran la mayor parte de los experimentos de alianzas provinciales.
En La Rioja, la lista “Federales – Defendamos La Rioja” obtuvo el 43,8 %, apenas por debajo de LLA (44,5 %). En San Luis, el sello Compromiso Puntano —continuación del viejo oficialismo Rodríguez Saá— alcanzó el 39,7 %, también segundo detrás de LLA. En Catamarca, la coalición local Unidad y Futuro (una escisión del peronismo) logró el 41,2 %, superando a UxP.
Estos frentes, carentes de estructura nacional, funcionan como refugios territoriales ante la pérdida de credibilidad del sistema centralizado. Su discurso es casi uniforme: autonomía provincial, defensa de recursos locales y rechazo a la injerencia de Buenos Aires. El fenómeno recuerda a la “Liga de Gobernadores” de los años noventa, pero con una diferencia fundamental: hoy esos espacios no articulan poder entre sí. Son archipiélagos políticos, no un frente federal.


La Libertad Avanza y el nuevo mapa del poder
El éxito de La Libertad Avanza no radica solo en su caudal electoral, sino en su homogeneidad discursiva. Mientras los frentes tradicionales mutan nombres y sellos, LLA mantuvo una identidad coherente en todo el país. Eso le permitió capitalizar el voto de protesta y, al mismo tiempo, convertirse en el canal de una demanda más profunda: orden, transparencia y reducción del Estado.
En términos legislativos, el bloque libertario contará con 111 diputados y 28 senadores, suficientes para condicionar la agenda, aunque no para imponerla. El resto del Congreso se dividirá entre UxP (92 diputados y 23 senadores), Juntos por el Cambio (35 diputados y 8 senadores), y una docena de bloques provinciales con representación acotada pero poder de veto.
El nuevo mapa parlamentario refleja un país sin centro político: todo lo que antes era consenso hoy es negociación.
Una democracia cansada pero viva
Los números de abstención y voto en blanco son la evidencia de una democracia fatigada, pero no muerta. En la comparación histórica, la participación cayó 4,4 puntos respecto a 2021 y 2,5 respecto a 2023. El voto en blanco creció más de dos puntos en promedio nacional y hasta 8 puntos en departamentos rurales de La Rioja y San Juan, donde los electores parecen haber decidido “estar presentes sin elegir”.
Detrás de esa estadística hay un mensaje: el electorado argentino ya no vota por pertenencia, sino por rendimiento. La identidad partidaria, que durante décadas estructuró la política, se disuelve ante un votante pragmático, impaciente y desconfiado. Las alianzas improvisadas no hacen más que confirmar esa desconfianza: el ciudadano percibe que los acuerdos no responden a un proyecto, sino a la supervivencia.

La oportunidad republicana
La Argentina de 2025 no está polarizada: está atomizada. Y esa atomización, aunque inquietante, también abre una puerta. El sistema político ha perdido sus certezas, pero el ciudadano ha recuperado su poder de decisión. La Boleta Única, la transparencia en el conteo y la fragmentación legislativa crean condiciones para un nuevo equilibrio republicano, siempre que las instituciones puedan adaptarse.
Las provincias del NOA y Cuyo ya lo entienden: el futuro no está en reproducir el verticalismo nacional, sino en fortalecer los mecanismos locales de control, transparencia y gestión. El desafío será que esa descentralización no se transforme en feudalismo político, sino en federalismo responsable.
La política argentina enfrenta su momento constituyente más importante desde 1983.
Entre la abstención y el voto de castigo se esconde un mensaje cívico: el país exige resultados, no relatos. Y tal vez -si el Congreso que nace en 2025 aprende a escuchar- sea esa exigencia ciudadana la que finalmente devuelva a la república su sentido original: el gobierno de las leyes, no de las alianzas.
