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Sus matices de cordillera andina y estepa patagónica le otorgan un paisaje único como puerta de entrada a la línea sur de la provincia rionegrina.
Su origen se relaciona con el asentamiento de comercios entre 1890 y 1900 basada en negocios de ramos generales que acopiaban lanas y cueros del resto del país, que eran enviados en tropas de carros de mula a la costa atlántica y a cambio proveían de los vicios y mercaderías a los pobladores del lugar como yerba, azúcar, harina, legumbres prendas de vestir y vajilla.
En 1946 con la llegada del tren la recepción de mercadería se centralizó en la Estación de Ñorquincó a 4km del pueblo. Mantuvo gran actividad comercial hasta los años 60, ya que era el paso obligado de los camiones que transportaban frutas y verduras y otras mercaderías desde la zona del Valle de Río Negro hacia el sur.
El empobrecimiento de los campos por sobre pastoreo sumado a terribles sequías sufridas en los años 80 fueron declinando su actividad y los pobladores abandonaron sus campos para ir a radicarse en centros urbanos más alejados, completado por la crisis de la lana de los años 90 que asestó un golpe mortal a muchos productores.
Actualmente habitan 1.800 habitantes residentes entre el casco urbano y parajes como Chacay Huarruca, Arroyo Las Minas, Fitamiche, Ñorquinco Sur, Fitatimen, Menuco Negro y Fitalancao, la principal actividad económica volvió al sector agropecuario, sin los grandes establecimientos con miles de ovejas que le dieron origen.
Los pequeños crianceros han retomado su rol histórico con la recuperación de sus majadas, un proyecto de explotación de canteras de piedras que podría incluir a los jóvenes del lugar y la añoranza de la vuelta de la trocha que supo comunicar la zona como vidriera de un turismo que modificaría sus vidas.
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El pueblo necesita el Viejo Expreso Patagónico para que vuelva a servir de nexo entre pueblos que están a punto de desaparecer y para abaratar costos del sector productivo cordillerano.
Este año la zona fue muy golpeada por las intensas nevadas que azotaron a los pobladores rurales de la línea sur, como hace unos 40 años no lo hacía.
Aquellos que se dedican al arreo de ovejas, la esquila, la marcación, con el frío y los vientos que no perdonan, las horas de soledad, la alegría de una visita que acerca las novedades a su pedazo de tierra y en su tiempo, es un tesoro inconmensurable.
Los pobladores de estos lugares cercanos a los pueblos casi olvidados de nuestra patria, son las voces de la tierra, donde los pequeños puestos y el caballo son cobijo para las inclemencias del invierno. La ropa ajada del uso, el chaleco de lana tejido artesanalmente y la boina que acompaña cada recorrida.
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Los ojos de su gente hablan por la profundidad de su mirada y el esfuerzo.
En época de invierno irrumpen en los medios y hoy las redes sociales, con sus imágenes por la cotingencia, para contarnos en carne propia su subsistencia.
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Luciana Mirán estudiante de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Río Negro difunde fotos y textos sobre historias de pobladores de estas zonas en sus redes sociales. Imágen y voz para tantos que apuestan al trabajo, en la misma patria que discute tantas cosas y pierde de vista tantas otras.
«Cuidando su punta de ovejas se pasa el gaucho la vida, y si es que hay una perdida el no la va abandonar. La va a salir a buscar y en el camino sereno, cual padre tierno y muy bueno contra su pecho la va abrazar.
Pues ese es su capital, su rancho y sus animales. No tiene más que capitales que su herencia campera y lo único que espera es el poder progresar .
Quizá este año sea malo, como muchos otros que ha vivido, pero él será agradecido porque le queda salud y toda la plenitud de ser gaucho bien parido».
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Ñorquinco voz mapuche que significa agua de ñorquin, vegetal que abunda en la zona, el mismo se utiliza para la confección de un instrumento musical mapuche de viento cuyo sonido se obtiene aspirando el aire y no soplando.
En estos parajes aún se fabrica viento en rituales de los pueblos originarios y la historia más reciente de los pobladores que viven en esto lugares.
Ellos resisten al despojo de una historia compartida que necesita ser reparada, no solo para que el invierno les devuelva esa presencia que nos conmueve y asombra sino para abrazarlos a diario.
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