
En la localidad existe un puesto de vigilancia y control de tránsito marítimo de la Armada Argentina desde el año 1966, siendo la localidad más austral de nuestro país.
El nombre de Almanza responde a un aserradero que funcionaba en la zona entre las décadas del 40 y 50.
El puerto Almanza, es catalogado como ancladero, donde atracan naves de pesca y turismo.
Se encuentran una treintena de casas particulares con chacras de animales, huertas y algún criadero de salmones para consumo, en su mayoría de pescadores artesanales, que se dedican a extraer del canal centollas, reina de la cocina fueguina, además de centollones, mejillones, cholgas y otros moluscos.
Esta actividad le ha permitido convertirse en un boom gastronómico para quienes disfrutan de los productos de mar.

El lugar está en la mira del mundo por su producción de moluscos bivalvos de gran sabor y valor comercial.
El poblado se encuentra ubicado sobre la costa, el humo que sale de sus chimeneas es el único signo de vida, aparece solitario con su muelle y algunas embarcaciones con una vista imperdible del mar.

En la otra margen del canal de Beagle, se divisan los vecinos de Puerto Williams en Chile. de allí cuentan con telefonía y acceso a internet.
No hay sala hospitalaria, cada 15 días viaja un médico que recorre las casas y una escuela primaria, solitaria, que da clases a los pocos niños que viven en el lugar.
Aún no posee Comisión de fomento aunque su creación como pueblo lo prevé y tampoco es jurisdicción de la Municipalidad de Ushuaia.
En Almanza se encuentran opciones para comer y alojarse relacionadas con emprendimientos familiares con fuerte impacto en el verano, donde se suman empleados golondrinas y turistas que recorren la Ruta 3 rumbo a uno de los parajes más al sur de Argentina.
El resto del año hay que soportar la soledad y el frío.
La labor de los pescadores artesanales, comienza temprano en busca de las preciadas presas sustento económico de los lugareños. Se los puede ver a lo lejos, en una vista panorámica sin desperdicio.

Sus botes decoran el paisaje y esperarlos en la orilla hasta que se acerquen es un buen plan para ver en vivo y en directo algunas centollas, mejillones o cholgas de gran tamaño, perfectas para cocinarlas y degustarlas en algún restaurante del pueblo.

Sin dudas su gran motor es la centolla, una langosta de tres pares de patas y una de pinzas que explota en el verano para el consumo turístico.
La pesca de centolla se hace con trampa, unos conos de tejido metálico que se hunden en el mar con un sebo, que puede ser carne roja o de pescado en mal estado, la centolla entra y no puede salir.

Un ejemplar de centolla adulto puede pesar hasta tres kilos. Solo se le comen las patas, que se hierven unos minutos. Dicen los que saben que el secreto está en usar agua de mar para su cocción en olla.
El resto del año también la base alimentaria de las pocas familias que habitan el lugar es el producto de mar por las dificultades climáticas y las distancias para abastecerse.
En Almanza solo dos meses ven el sol, el resto del año más allá, solo hay frío, rocas, soledad y la inminencia del mundo antártico.
Es una tierra ajena a la rutina que conocemos, un lugar aislado en una isla habitada por los contrastes de una naturaleza que desborda de belleza entre montañas y agua, con la rusticidad de lo artesanal y lo precario.
Único y auténtico pueblo de pescadores, postal austral del tesoro que su gente sabe albergar.

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