
La visión lateral desde un palco es una de las favoritas de Degas. Así quiere ofrecer la visión de los burgueses que eran los que por regla general ocupaban los palcos. La protagonista de la escena interpreta un arabesco de difícil ejecución, observándose también los vestidos de sus compañeras. Este efecto se debe a la influencia de la fotografía, recurso muy empleado por los maestros impresionistas. En el fondo encontramos a otros miembros de la coreografía que parecen estar más relajadas por lo que podría tratarse de una escena que ocurre tras los decorados y que nosotros observamos por nuestra situación lateral. La luz artificial crea esta iluminación tan peculiar. Las rápidas pinceladas de los vestidos contrastan con el dibujo de las piernas o los brazos, en un deseo de no perder la referencia formal.

Hilaire Germain Edgar Degas nació en París en 1.834 y se dedicó bien pronto a la pintura gracias a la desahogada economía familiar y al beneplácito de su padre, cuya cultura y sensibilidad ante lo artístico resultó fundamental en su etapa de formación.
Por los testimonios de la época se sabe que Degas era un hombre tímido, sensible, algo retraído, con una gran vida interior que a veces le dificultaba la relación con sus semejantes, tal como puede observarse en la serie de autorretratos que realizó entre 1.854 y 1.858, donde se aprecia la influencia de Jean Auguste Dominique Ingres. En la década de los sesenta, la posibilidad de entender la pintura como un ejercicio artístico, ajeno a las alegorías y al trasfondo moralista de los grandes cuadros de historia, era todavía incierta y dudosa.
A partir de los años ochenta, Degas realizó numerosas variaciones sobre el tema de las bailarinas; sin embargo, la idea de la mujer estuvo muy vinculada a su vida artística y privada. Degas perdió a su madre cuando contaba apenas trece años. No se casó nunca y no se le conoció ninguna relación amorosa.
Las complejas relaciones con las mujeres influyeron notablemente en su arte y propiciaron su curiosidad a través de la mirada, un «voyeurismo» que se manifiesta en esos cuerpos que, en realidad, parecen haber sido robados a la intimidad femenina, mientras las mujeres se preparan para la escena, clases de baile, bailarinas entre bastidores, o mientras realizan sus aseos cotidianos.
Con el resto de artistas del movimiento compartió el amor por los grabados japoneses y por la fotografía (de ahí su eliminación del encuadre tradicional) que dotaban al arte de la época una instantaneidad tan moderna como inusual.
A Degas le interesó ante todo captar el movimiento, y esto se ve tanto en sus pinturas y dibujos de bailarinas como en sus esculturas, de la misma temática, en la que intentó atrapar las posturas de sus modelos de la forma más natural y «fotográfica».
Se dice que tenía un agudo ingenio, llegando a veces a rozar la crueldad. Muchos afirmaron que era un misántropo muy maniático. En la década de 1.880, empezó a perder visión y decidió centrarse en la escultura y el pastel, que requerían menos agudeza visual, aunque era de todos sabido que fingía estar más ciego de lo que realmente estaba para no tener que saludar a la gente que le caía mal. Con la edad se fue recluyendo más y más y acabó sus días ciego, sólo y no demasiado valorado por los jóvenes artistas que vivían en París en 1.917.
]]>