Por: Sergio Capozzi

A fines de la década de los 90, tomó notoriedad en los escenarios internacionales un mago de nombre David Copperfield. Recuerdo, en particular, tres trucos increíbles: ante la mirada atónita de cientos de espectadores, hizo desaparecer la estatua de la Libertad, atravesó la Muralla China y cruzó volando la platea del teatro Metropolitan de la ciudad de Buenos Aires.
Por entonces, en la ciudad rionegrina de Cipolletti comenzaba a tomar notoriedad un joven político que se sumaba como secretario de gobierno de la intendencia. Tan solo tres años más tarde, asumiría como alcalde de esa ciudad de la cual no era nativo (nació en El Bolsón) don Alberto Weretilneck, hoy conocido en el círculo político como “El Brujo”.
¿Cuál es la diferencia entre un mago y un brujo?
El primero juega con la imaginación del público, es un ilusionista. Hace trucos y la gente se pregunta cómo lo habrá hecho, pero salvo los niños y los muy ingenuos, todos saben que son precisamente eso: ilusión y fantasía.
El brujo es otra cosa. Es alguien que realiza hechicería para dominar la voluntad de las personas o modificar los acontecimientos, especialmente si provoca una influencia dañina o maléfica sobre las personas o sobre su destino.
Paréntesis: yo no creo en los brujos, pero que los hay, los hay.
Weretilneck era un político más de la provincia, sin mayor trascendencia al punto que para acercarse al poder real desde su partido, Frente Grande, tejió alianza con pequeñas agrupaciones locales. Lo que no pudo prever, salvo que de verdad lo consideremos un brujo, fue que el 1 de enero de 2012 un homicidio cambiaría el curso de su carrera política.
Esa madrugada, y aún frías las botellas de champán, la señora Susana Freydoz asesinó a su marido Carlos Soria, quien hacía sólo veintiún días había asumido como gobernador de la provincia de Río Negro. Inesperadamente, Weretilneck, compañero de fórmula de la víctima, asumió el cargo de gobernador. Un giro que cambiaría la historia de la provincia.
Los primeros cuatro años de gestión estuvieron concentrados en crear una red, una base de sustentabilidad política para la alianza creada por Weretilneck. En aquel momento, el gobierno nacional estaba a cargo de la señora Cristina Fernández de Kirchner y nuestro gobernador no dudaba en declamar a los cuatro vientos que el fallecido Néstor Kirchner era el mejor político de la historia argentina. Es más, en diciembre de 2008 el hombre fuerte del Frente Grande le ratificó a Kirchner que su partido continuaría en el Frente para la Victoria «apuntalando el proyecto nacional que lidera la presidenta Cristina Fernández de Kirchner». Así lo hizo hasta diciembre de 2015, porque en esos tiempos “pasaron cosas.”
En mayo de 2017 Mauricio Macri era el Presidente y se encontraba en el cenit de su popularidad y Weretilneck no quería perderse la foto, por eso viajó de la mano del fundador del PRO a China y, al regresar, anunció que en Sierra Grande sería instalada una central nuclear. Otra vez pasaron cosas.
Llegadas las P.A.S.O., la alianza Juntos Somos Río Negro sufrió una paliza electoral y el gobernador la atribuyó a su decisión de instalar la planta nuclear en Río Negro, así que, rápido de reflejos, anunció que “vista la opinión de la gente” retiraba ese ambicioso proyecto. Al mismo tiempo, tomaba un poco de distancia del presidente, lo que no le impidió seguir concurriendo a las inauguraciones de cuanta obra pública construía el gobierno nacional en la provincia y, de paso, se atribuía los méritos.
Su gestión fue aprobada por el electorado rionegrino que lo votó para un segundo mandato. ¿Segundo o primero? Tema no menor porque en 2019 decidió presentarse otra vez como candidato a gobernador, lo cual causó una enérgica reacción en el arco opositor. La Unión Cívica Radical, comandada por la entonces diputada nacional Lorena Matzen, enarboló la bandera de la resistencia, llegando con su reclamo hasta la Corte Suprema de Justicia que, finalmente, falló en favor de los reclamantes. Weretilneck revivió lo acontecido siete años atrás; vio como su candidata a vice se convertía en gobernadora. Claro está que las circunstancias no eran tan dramáticas, él estaba vivo. Dos años más tarde hizo las valijas y se fue silbando bajito a Buenos Aires con el cargo de senador.
Imposible saber si las luces de la gran ciudad no le gustan o lo suyo es la gestión ejecutiva. Lo concreto es que desde el mismo momento de su llegada a Buenos Aires se concentró en minar la gestión de la gobernadora y tender puentes impensados con fuerzas que históricamente habían sido sus encarnizadas enemigas.
“Vamos a hacer el gran acuerdo político que reúne a las distintas fuerzas. Es el nacimiento de una coalición de gobierno destinada a conducir los destinos de la provincia bajo el principio del consenso para abandonar toda grieta”, anunció Weretilneck en Chimpay el 4 de marzo. A su lado estaba su ex archienemiga, Lorena Matzen, que ahora entendía lo equivocada que había estado; el hechizo hizo efecto. Lo curioso es que no fue la única que bebió el brebaje encantador: decenas de otros dirigentes radicales se alinearon tras el flautista de Hamelin y no sólo los del centenario partido que supo acuñar la frase “que se rompa pero que no se doble”. Bajo los encantos del “brujo”, cayeron dirigentes socialistas, peronistas, camporistas, sindicalistas, y otros, que se sacan fotos con el nuevamente candidato a gobernador y, con él a la cabeza, forman listas colectoras multicolores que llenarán de contrastes el cuarto oscuro.
Algunos lo hacen públicamente, al descubierto, mientras que otros recurren a métodos más oscuros: funcionarios provinciales fueron hasta el arcón de los recuerdos, desempolvaron fotos viejas y boletas electorales antiguas, actualizaron la sigla PPR, se apuraron a tomar el color amarillo del PRO, también su tipografía y convocaron a familiares y amigos para armar una lista que tiene como único objetivo sembrar confusión en el electorado.
A poco menos de dos meses de las elecciones provinciales la realidad electoral es clara: Weretilneck, quien durante años sostuvo que el JSRN era una fuerza provincial distante de la grieta nacional, hoy encabeza una armada brancaleone que tiene por objetivo entronizarlo en la gobernación, aunque ello le cueste la piel a la actual gobernadora.
Los otros, los radicales, peronistas, camporistas, peperreistas que integran las listas colectoras, le dan la razón a Javier Milei: están “Juntos por el Cargo.” Son aquellos que durante años vienen viviendo de la política. Que habiendo fracasado cuando intentaron otro camino, sueñan con el inmenso salario de legislador y en ayudar a familiares y amigos.
La leyenda urbana le atribuye al gran comediante Groucho Marx la frase «Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros». En realidad, apareció en un periódico de Nueva Zelanda en 1873, en la forma «Estos son mis principios, pero si no les gustan, yo los cambio», y la habría dicho un periodista.
Parafraseando a los hinchas de la Scaloneta Elijo creer que esa frase haya sido dicha por un humorista antes que por un periodista.
Y, mientras tanto, habrá que ver (una vez se recuenten los votos del 16 de abril), cuáles son los principios que regirán a este bello conglomerado multicolor con que el Brujo habrá hechizado a la provincia. Y a qué “finales” conducen estos “Principios”.